La temperatura del color. Decora controlando la percepción del espacio

Para comprender el lenguaje en el que hablan los colores, necesitamos empezar por definir lo que queremos expresar cuando decimos que los colores son cálidos o fríos.

Un color se considera cálido o frío según la sensación y la experiencia humana que provoca. Así pues, la calidez y la frialdad atienden a sensaciones térmicas totalmente subjetivas.

La temperatura del color es una característica del color que está relacionada con el matiz o croma. La temperatura a su vez es una propiedad de la luz que hace que ésta tienda hacia el color rojo-anaranjado, en el caso de los colores cálidos, o al azul cuando es el caso de los colores que identificamos como fríos.

No olvidemos que el color es percibido por el ojo humano y es el cerebro el que lo interpreta, y en ese proceso lo asimila a elementos familiares de nuestro entorno. De tal manera que los amarillos, los rojos y los que corresponden a sus familias recuerdan la idea del sol, calor y fuego; mientras que los azules, verdes y muchos violetas tienen similitudes con la frescura, la profundidad, la humedad, el agua y el hielo.

La influencia y la importancia del círculo cromático

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Una vez más, y aunque parezca recurrente, volvemos al concepto del círculo cromático. Porque en realidad, la diferenciación entre colores cálidos y fríos se logra trazando una línea en el círculo cromático desde el amarillo-verde hasta el rojo-violeta. Si lo interpretamos desde el plano de las propiedades de la física, los de onda larga se corresponden con los cálidos, y los fríos son los que proceden de ondas menores.

Ahora bien, dentro de cada color hay una amplia gama de matices que se perciben más fríos o cálidos según la proporción que lleve en su mezcla de otros, y también según los que tenga a su alrededor. Por ejemplo, un amarillo limón será más frío que un naranja si lo comparamos con éste, pero ambos son comparativamente más cálidos que un azul.

Por ello, la temperatura de un tono es un atributo relativo que varía dependiendo del contexto, de los colores que le rodean y con los que se compara.

 

El verde y el violeta pueden formar parte de ambas clasificaciones, ya que su grado de temperatura dependerá de la proporción en que se les adicione rojo, amarillo o azul (nuestros colores primarios). Por poner otro ejemplo, entre el color amarillo y el verde, se extienden gamas que van de los verdes cálidos (un verde amarillo) a los verdes fríos (un verde azulado)

Esto puede extrapolarse a cualquier otro color que provenga de mezcla, incluso si hablamos de gamas consideradas en principio “acromáticas”. Por definición se dice que los grises son fríos, pero si se les suma un cierto punto de azul esa sensación se potencia, mientras que si se les da un matiz ligeramente amarillento se apreciará como cálido. Al final, todo vuelve a ser relativo y subjetivo.

Colores cálidos, más llamativos y que aportan dinamismo y cercanía

Los colores cálidos reflejan la energía de la luz, y nuestra sensación se asocia habitualmente con el fuego y el sol. Consecuentemente, los colores cálidos son todos aquellos que van del rojo al amarillo, pasando por naranjas, marrones y dorados. Se suele decir que cuanto más rojo tenga un color en su composición, más cálido es. Sin duda alguna son más llamativos y dinámicos.

Son los colores de la pasión, del atardecer, del otoño. Este tipo de tonos, además de la sensación térmica transmiten cercanía, calidez, confort y actividad. Son colores vitales, alegres y activos. Son ideas que sin duda nos pueden orientar a la hora de elegir colores acordes a los objetivos de nuestro proyecto de decoración.

Interpretándolo desde la perspectiva de la distribución y el espacio, los tonos cálidos producen el efecto de expansión, proporcionando a los objetos la ilusión de que éstos son más grandes y se encuentran más cerca de nosotros. De este modo, parece que los objetos se aproximan desde la superficie que los contiene, haciendo los espacios más pequeños y acogedores.

Colores fríos, efecto relajante para una sensación de lejanía y profesionalidad

Por el contrario, los colores fríos (azules, verdes y violetas) absorben la luz, produciendo una acción relajante. Un efecto de retroceso, alejamiento… generando de este modo la sensación de distanciamiento. Producen una impresión de reposo, calma, tranquilidad … Utilizados de forma aislada pueden dar efecto de poca intimidad y de tristeza.

Empequeñecen y alejan los objetos, creando la ilusión de que, en este caso, las paredes se alejan, haciendo las estancias visualmente más grandes. Provocando así un efecto expansivo.

Asociándolo a elementos de la naturaleza, una sensación fría se logra con la presencia de tonos vinculados al agua o el cielo. Cromáticamente, los colores fríos son todos los que van desde el azul al verde pasando por los morados. De tal manera que cuanto más azul tenga un color, más frío será. Así las cosas, son los tonos del invierno, de la noche, que nos trasladan a paisajes, mares y lagos, espacios amplios de la naturaleza.

Los efectos psicológicos que crean son calma, tranquilidad, relajación, paz, soledad y misterio. Y reflejan conceptos tales como pasividad, serenidad, lejanía, sensación de frío, profesionalidad.

En el espacio, los tonos fríos alejan, de tal manera que empleándolos creamos profundidad.

Termino este repaso sobre el concepto de la temperatura del color, indicando que los tonos pueden mezclarse para conseguir una transición regular entre sensaciones cálidas y frías. 

Y sólo me queda añadir una idea más: los colores cálidos y fríos se complementan entre sí. Tal y como ocurre con un color primario y uno compuesto, obteniendo un color neutro que se acerca al gris.

Pero no todos los colores son cálidos o fríos. Existe una clasificación adicional de colores, los denominados neutros. Que no son ni fríos ni cálidos. Y los veremos en el siguiente post.